Historia del carnaval

EL CARNAVAL DE SALCEDO

Gracias a D. Felipe Arredondo, que en el año 1922 dejó plasmado en un artículo noticias referentes a este Carnaval rural, podemos aportar los datos siguientes: con esa base, en febrero de 1983 se hizo un intento de recuperación del Carnaval de Salcedo, que luego no ha tenido continuación.

Con el nombre de Carnaval o “Carnestolendas” designaban los de Salcedo a los tres días precedentes al miércoles de Ceniza. A lo largo de ellos, como la. Cuaresma entonces era muy rigurosa y no permitía comer carne en toda su duración, aprovechaban para comer carne en abundancia.

La fiesta de Carnaval se celebraba principalmente el domingo anterior al miércoles de Ceniza, finalizando la víspera de éste –el martes- con una cena den la que, como cosa típica, no faltaban las torrijas o torreznos.

Los que organizaban la fiesta eran los mozos pertenecientes a la “Sociedad de Mozos”. Disfrazados y vestidos con ropas viejas, portando colladas de cencerros, llevando las caras muy tiznadas, se dedicaban a correr por las calles, asustando a los niños y a las mujeres. El ruido y el estruendo eran necesarios, para ello se servían de almireces, coberteras y cucharas de madera, no faltando el acompañamiento de guitarras. Así se llegaba al anochecer, entonces entre cantos y ruidos, comenzaba la cuestión de casa en casa.

Esta cuestación la hacían a la puerta principal de cada casa, cantando y tocando hasta que la dueña de la casa bajaba con aquello que les daba, normalmente chorizo, huevos, tocino y manteca. Estos dos últimos servían para condimentar la cena. Si el ama de la casa tardaba en bajar, dos de ellos subían al piso para insistir en su petición, mientras otros –a escondidas- refiloteaban por el gallinero y cogían los huevos que allí encontraban. Igualmente, por ser época cercana a la matanza del cerdo, los mozos solían acechar la cocina en busca de alguna sarta perdida de chorizos o morcillas. De ahí que las mujeres ejercían una vigilancia especial sobre la cocina y el gallinero.

Realizada la cuestación, se reunían los mozos en una casa donde, con todo lo recogido, preparaban una buena cena a la que invitaban a las jóvenes del pueblo y tras la cena seguían la fiesta hasta medianoche. Esta fiesta se celebraba el Martes, víspera del miércoles de Ceniza, actualmente se celebra en sábado de piñata, sábado siguiente al martes de carnaval.

Pero D. Felipe Arredondo da noticias, también, de una costumbre perdida pocos años antes. Sin indicar la fecha, señala como los mozos solían hacer un fantoche o muñeco, al que vestían con chaqueta y pantalones en muy mal estado. El muñeco lo rellenaban de paja, le ponían unos palos a modo de brazos y le adosaban a la cara una careta, cubriéndole la cabeza con un sombrero viejo. En un caballo dispuesto al efecto montaban al fantoche y por detrás para sostenerle montaba uno de los mozos. Así, a través de las calles se dirigían a la casa del alcalde. Este salía a una de las ventanas de la casa y entonces los vecinos le ordenaban al muñeco que saludase al alcalde dándole las buenas tardes. El que iba detrás, sosteniendo el muñeco, le movía los brazos y la cabeza, pero como no respondía descargaban sobre el fantoche una buena tunda de palos. Entonces el encargado de sostener el muñeco imitaba el llanto de éste, y entre suspiros y lloros daba las buenas tardes al alcalde. A esto, los mozos le ordenaban que diese las buenas tardes más alto y mejor, y para ello descargaban sobre el muñeco otra buena ración de palos.

Acabada esta práctica, lo paseaban por todo el pueblo, y después de molerlo a palos y a golpes, acababan la fiesta arrojándolo a un tejado.

Como podemos observar, persisten en esta costumbre una serie de elementos muy interesantes del carnaval rural. Los ruidos, por medio de los distintos instrumentos (matracas, maquilas, cencerros …) siempre han sido un medio para alejar los malos espíritus. Al muñeco fantoche, que se le denominó en el año 1983 “Porretero” de acuerdo con el apodo de los de Salcedo, hace las veces de un personaje en el que, a través del apaleamiento, se descargan sobre él todos los males del pueblo. El gesto de arrojarlo al tejado parece significar un alejamiento y una purificación colectiva de cualquier adversisdad.